domingo, 19 de abril de 2009

Me encanta Galeano

Por un error adjudiqué este texto a Eduardo Galeano, siendo que es de Marciano Durán tambien escritor uruguayo y que tiene un blog.

Para los de más de 40
Eduardo Galeano


Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales) ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!
Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras hermanas y novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad. ¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto.
Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces. ¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí! ¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!!¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo" pasarse al "compre y tire que ya se viene el modelo nuevo".
Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo). Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron que cosas nos podían servir y que cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos. ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver! ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía "este es un 4 de bastos". Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo. Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden "matarlos" apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: "Cómase el helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Ah! ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.
Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí.

19 comentarios:

tia elsa dijo...

Hace un tiempo me lo enviaron por mail y la verdad está genial . A mi me costó muchísimo adaptarme a los cambios tecnológicos rápidos porque el winco por ejemplo lo tuve como una década jajaja, perode a poco fui entrando en la variante, besos tía Elsa.

Caselo dijo...

Mi querida Pilar. Entro a tu casita y me encuentro, nada más y nada menos, que con mi admirado Eduardo Galeano. Que buen texto amiga, muy a su estilo. Lleno de humor, ironía y una realidad de este mundo que en el que la inmediates ha hecho transformar inclusive al tiempo. Gracias por compartirlo con nosotros. Un besito de mago y un abrazoooooooooote de oso

Carlos Eduardo

Abuela Ciber dijo...

Somos una generación que sufrio cambios sustanciales de todo tipo.

El ser sobrevivientes nos hace sentir pequeños hèroes.

Cariños

Lola dijo...

No tengo 40, pero leí igual.
A pesar de la tendencia moderna a lo descartable, dentro de cuya generación me veo incluida, te digo que igual heredé un poco eso de no tirar todo. Mi tía, que si viviera hoy tendría 81 años, creo que no había tirado un vasito de yogur en 20 años por lo menos, ni tiraba los papeles donde se podía escribir atrás, y eso realmente no tiene nada que ver con la economía, porque tenía muy buen pasar.
Yo muchas veces guardo cosas porque me da pena tirarlas aunque no se me ocurra en qué podría usarlas. Lo que dificilmente no tire son recipientes descartables: detesto lavarlos y secarlos!
Personalmente yo creo que esta tendencia llegó a su apogeo, no creo que se pueda acelerar más. Si bien hay compañías de electronica (creo que es Sony) que tienen un departamento exclusivo de cómo volver obsoletos sus propios productos (increible, pero pensandolo bien no tanto) sino la clave va a ser reciclar, porque además se están criando generaciones con más conciencia ecologica me parece.
A veces me da miedo la cantidad de envases de bebidas que descartamos los últimos años, ahora se está volviendo a los envases retornables, aunque un poco por economía también.
Con lo único que estoy de acuerdo es con los pañales descartables!!!!
Por más que sean antiecologicos, para eso sí que vale la pena, pero deberíamos cuidarnos en otras cosas.

Besos!

Cecy dijo...

No lo conocia, igualmente hay algunas cosas que de esta vida diaria no me acostumbro, pero tampoco me gusta guardar todo, porque pienso que algunas cosas son para usarlas y no que queden solo en algun cajon olvidadas.

Y de las personas, hay jovenes que ya son viejos, eso es preocupante. Yo quisiera siempre tener un motivo para seguir creando y creciendo.

Besos y abracito enorme.

Diego dijo...

Que H de P de este tipo!!!(en el buen sentido) Y si, como me gusta Galeano a mi también!!!
Este relato me hizo acordar mucho a la casa de mis viejos, a sus formas y costumbres, realmente llegan hondo sus palabras. ¿Como te pellizca el tipo no? Como te hace revisar las cosas de este presente/futuro, que si, parece descartable...
Muy interesante.
Besos

Pipina dijo...

TÍA ELSA:yo tambien de a poquito voy tratando de acomodarme a estos tiempos ,jajaja.Besitos Pilar

CASELO: mago de mi corazón, compartimos la admiración.Gracias por pasar.Besotes.Pilar

ABUELA CIBER: de verdad que somos sobrevivientes sin hacernos los víctimas!!!Mirá que pasamos cosas, no???.Besos y gracias por estar.Besos Pilar

Pipina dijo...

LOLA: me encanta leerte y estoy en un todo de acuerdo con vos, yo no usé pañales descartables, pero las veo a mis hijas y me adhiero a su uso. Besitos enormes.Pilar

Pipina dijo...

CECY:así es mi pequeña, no hay que ser viejo en edad para leer este texto y que bueno que no guardes las cosas y las uses, las disfrutes.Besos mi bella Pilar

Pipina dijo...

DIEGO: me alegro que te haya gustado el texto. El tipo es un "groso"jajaja como dicen ustedes. Besos con pellizcos así estamos todos bien despiertos y alertas.Pilar

María dijo...

Pilar,
Gracias por traernos este pequeño grán tesoro!
La verdad es que me cuesta desprenderme de muchas cosas y procuro reciclar lo más posible. A veces me sorprende la cantidad de basura -aunque sea reciclable- que podemos generar.

Un abrazote!

Pipina dijo...

Es que nosotros, como lo cuenta Galeano, no reciclábamos nada, sólo guardábamos!!! Pero tambien disfrutábamos las cosas por mucho tiempo. Y es cierto ¡Cuanta basura!. Besotes,mi pequeña.Pilar

SILVIA dijo...

Gracias a los blogs, conoci a Galeano , yme encanta tambien¡¡¡¡
realmente, en muchas cosas coincido que quizas no digo qu e fuera mejor el pasado, pero era distinto¡¡¡
beso grande Pilar¡¡

Pipina dijo...

Se suele decir, sobre todo la gente mayor (no nosotros,jajaja) que todo pasado fue mejor...Yo me quedo con el hoy.Besos. Pilar

Abuela Beauty dijo...

Hola Pilar, buenisimo, yo soy de esa onda sin duda...guardo guardo guardo..por las dudas jeje
Se lo lei a mi hiji pequeño de 16, que justamente esta acá al lado mio tirado en el sillón leyendo "Patas arriba..." un libro de Eduardo Galeano... Es su admirador!!
Quiere saber de qué libro es este texto..
Besitos!!!

MIGUEL dijo...

hola linda pilar,buenisimo el relato,con muchisimo respeto un pequeña correccionmel relato pertenece a orto gran escritor uruguayo llamado marciano duran.
beso asi de grande!

Pipina dijo...

ABUELA BEAUTY: me encanta saber que los adolescentes les gusta la lectura. No sabría decirte de qué libro es este relato, me lo madaron por mail hace un tiempo.Te digo si lo encuentro en los que tengo. Besos y gracias por pasar.Pilar

Pipina dijo...

MIGUEL: de verdad???? yo muy ufana lo transcribí despues de recibirlo por mail, ya que me encanta Galeano, pero si vos lo decis hacemos la corrección. Te mando un beso pirata .Pilar

Pipina dijo...

Gracias Miguel por la corrección. Busqué en internet y efectivamente es un texto de Marciano Durán. Pido disculpas por el error. Un beso ASÍ DE GRANDE MIGUEL!!!. Pilar